viernes, 28 de septiembre de 2012

MODELO AGROEXPORTADOR


EL TERRITORIO ARGENTINO

Espacio geográfico y territorio
La sociedad modifica la naturaleza con el fin de obtener de ella los ele­mentos necesarios para subsistir y desarrollarse. Se denomina espacio geográ­fico al resultado de esas acciones; por lo tanto, esa denominación no se re­fiere solamente al lugar donde vive la sociedad, sino a un espacio que a ca­da momento es transformado por la actividad humana.
Cada sociedad, cada pueblo, cada nación posee —o reclama si no lo po­see— una porción del espacio geográfico mundial. Esa porción, de uso ex­clusivo por parte de cada sociedad, se denomina territorio.
La forma en que se organiza un territorio depende de varios factores: sus condiciones físicas (relieve, clima, suelo, hidrografía, vegetación y fauna), las características de la sociedad que lo habita (sobre todo su organización económica y política y su desarrollo tecnológico) y el modo en que esa so­ciedad se vincula con otras.
Esto último es muy importante pues, a lo largo de la historia, las grandes transformaciones políticas y económicas, así como las formas de relación de las sociedades entre sí y con sus territorios, han afectado el tamaño y la or­ganización territorial de todas las sociedades.
Para estudiar las transformaciones ocurridas en el territorio argentino hasta que adquirió, su fisonomía actual, es necesario comenzar por conocer su posición geográfica, sus dimensiones y sus límites.

La Argentina tiene gran desarrollo en superficie en el sentido de los paralelos. Su territorio abarca tres tipos de espacios que guardan íntima rela­ción: el terrestre juega un papel fundamental en la definición de los otros dos, el marítimo y el aé­reo, cuyo dominio es condición obligada para el ejercicio de la so­beranía nacional. En la Argentina, las comunicaciones marítimas y aéreas, internas desempeñan un papel preponderante para la integración física del Estado.
La división política de la Argentina es la siguiente: 23 Estados federales (provincias) y una Capital Federal.


¿Dónde está la Argentina?
La República Argentina está situada en el extremo sur del continente americano. Limita con Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay y el Mar Argentino.
Argentina se caracteriza por su forma alargada, dada su considerable ex­tensión norte-sur. Por este motivo abarca una gran diversidad de climas, desde los cálidos tropicales al norte hasta los fríos polares en el extremo sur.
La variación no es un rasgo exclusivo del clima, sino también del relieve. En la Argentina se distinguen zonas de altas montañas en el oeste, mesetas al sur, sierras en el centro-norte y llanuras que ocupan más de la tercera parte del país. Por su parte, los suelos también presentan características diversas, desde los más secos y estériles hasta los más húmedos y fértiles.
Estas diversas condiciones naturales posibilitan el desarrollo en superfi­cie de una gran gama de actividades, entre ellas la agricultura, la ganadería y la minería, que constituyen la base de la economía del país.
El hecho de pertenecer al hemisferio Sur otorga a la Argentina ciertas ventajas. Nuestro país puede ofrecer sus productos cosechados en verano y otoño en el mercado internacional, cuando el 85% de la población mun­dial (que habita el hemisferio Norte) está atravesando la estación opuesta: esto se traduce en la demanda de nuestros productos agrícolas y en la exis­tencia de pocos competidores en esos momentos del año.
Pero su ubicación también presenta desventajas debido a las grandes distancias que separan a nuestro país de los principales compradores mun­diales, que se encuentran en el hemisferio Norte. Esta distancia encarece los costos de transporte y demora las entregas, dificultando la comercializa­ción de los productos agrícolas.


LA ARGENTINA Y SU INSERCIÓN EN EL MUNDO: EL MODELO AGROEXPORTADOR

El modelo agroexportador abarcó la segunda mitad del siglo XIX hasta 1930, aproximadamente, y su época de esplendor fue entre 1880 y 1914.
Se denominó agroexportador porque el país cumplió con la función de proveer materias primas para el mercado mundial, especialmente para las industrias derivadas de la actividad agropecuaria, basadas en la producción agrícola (trigo, maíz y lino) y en la ganadera (lanas y carnes).
Los países de Europa occidental, que se encontraban en un proceso de cre­ciente industrialización, requerían de alimentos para una población que cada día aumentaba más. A su vez, demandaban   materias  primas  que  fueron   utilizadas como insumos para sus industrias.
Los alimentos, como las materias primas, en gene­ral, provenían de los países en donde las condiciones climáticas y de suelos eran aptas para su producción. La Argentina reunía estos atributos y, junto a otros paí­ses, pudo insertarse en el comercio mundial como pro­ductora de materias primas, mientras que los países europeos lo hicieron a través de la exportación de pro­ductos manufacturados. A este proceso se lo conoce como división internacional del trabajo.
Una serie de condiciones fueron necesarias para que la Argentina pudiera insertarse en el comercio mun­dial como exportadora de materias primas:
·         La incorporación de nuevas tierras.
·         Las obras de infraestructura (ferrocarriles, puertos, etcétera) que posibi­litaron el transporte de las materias primas desde los centros de producción hacia los de consumo.
·         La introducción de nuevos adelantos tecnológicos aplicados a la activi­dad productiva.
·         El aumento de mano de obra necesaria para trabajar en las distintas acti­vidades productivas gracias a los inmigrantes llegados de los países europeos.

LA INCORPORACIÓN DE NUEVAS TIERRAS
Para expandir la actividad agrícola y ganadera, se requería incorporar nuevos territorios a la actividad pro­ductiva. A su vez, había extensas áreas que no se trabaja­ban, y otras, en poder de los indígenas, que el Estado no había podido controlar.
Durante la década de 1870, se organizaron numerosas expediciones en las que el Estado avanzó en acciones de reconocimiento de zonas ubicadas en La Pampa, Patagonia y el Chaco. Numerosos intelectuales, historiadores, explo­radores, militares y aventureros buscaron civilizar los desiertos. Esta expresión trataba de justificar las ideas de incorporación de espacios al mercado mundial e incluía el desconocimiento de los indígenas como propietarios y pobladores de estas áreas. La actividad exploratoria fue acompañada por un avance armado, liderado por el gene­ral Julio Argentino Roca, por entonces ministro de Guerra de la presidencia de Nicolás Avellaneda.
En 1879, la Campaña del Desierto tuvo como objetivo la incorporación bajo el control estatal de los territorios indígenas ubicados en el oeste de Buenos Aires y en el sur de Río Negro. En menos de diez años, el fin se había cum­plido. Algunas tierras fueron adquiridas por estancieros, otras, otorgadas a militares como retribución por los servi­cios prestados durante la campaña militar; o bien, sirvieron como garantías de los préstamos que el Gobierno había tomado. Los indígenas fueron diezmados y vencidos durante la guerra. Quienes sobrevivieron se vieron obliga­dos a abandonar su vida nómade; se establecieron como peones en colonias dedicadas a la cría de ganado ovino.
En el caso de Chaco, la incorporación de este territorio al control estatal también implicó el sometimiento de los pueblos originarios que lo habitaban. Matacos, tobas, mocovíes, abipones, pilagás y otros grupos, aunque se incorporaron lentamente a la forma de vida de las colo­nias, sufrieron la marginación y el desamparo. Muchos comenzaron a trabajar como hacheros en los obrajes, como trabajadores golondrina para la zafra azucarera o como peones de estancias.
Con la progresiva incorporación de las tierras de Chaco y de la Patagonia, y con la formación de los territorios nacio­nales y las gobernaciones en 1884, la organización territo­rial logró consolidarse.

SU IMPACTO EN LA ECONOMÍA
El contexto internacional de la segunda mitad del siglo XIX se caracterizó por la emergencia de una nueva etapa o fase en el proceso de industrialización, conocida como Segunda Revolución industrial. La incorporación de nuevas fuentes de energía, como el petróleo, y la invención de la energía eléctrica revo­lucionaron las formas de vida de la época y los procesos productivos.
La pujante economía agroexportadora fue favorecida con la incorporación de numerosos adelantos tecnológicos e infraestructura rural. Hacia 1870, la introducción masiva del alambrado posibilitó la delimitación de los potreros. Este nuevo adelanto permitió incluir la actividad agrícola en propiedades que, hasta ese momento, sólo se destinaban a la cría de animales. De esta forma, el propietario logró realizar dos actividades en forma simultánea: la agricul­tura y la ganadería.
El alambrado también evitó la mezcla de animales: se podía diferenciar entre potreros para la cría de animales rústicos y otros lugares para animales seleccionados o refinados. Otros adelantos, como el molino de viento, la zanja, las aguadas, los tanques australianos y los bebederos facilitaron el abastecimiento de agua para el rodeo.
Las mejoras de las pasturas también permitieron una mayor producción y productividad, tanto en la actividad agrícola como en la ganadera.
La introducción de toros de pura raza provenientes de Europa, especialmen­te de Gran Bretaña, tuvo como objetivo el mejoramiento del ganado vacuno. Paulatinamente, el ganado criollo fue suplantado por el de razas Shorthorn, Hereford y Aberdeen Angus. Posteriormente, se introdujo la raza Holstein, que, cruzada con la criolla, dio origen a la raza lechera Holando-Argentina.
Hacia finales de siglo XIX, la utilización del motor de vapor como energía en las trilladoras, la sega­dora para el trigo y la alfalfa, la incorporación del malacate* y la aplicación de nuevas técnicas per­mitieron la expansión de los cultivos a gran esca­la, y el aumento y el mejoramiento del ganado vacuno y ovino.

LA EXPANSIÓN DEL FERROCARRIL
Este medio de transporte surgió como respuesta a la necesidad de trans­portar en forma fluida, regular y a muy bajo costo las materias primas prove­nientes de las diferentes regiones del país hacia los puertos ubicados en la región pampeana, especialmente hacia el puerto de Buenos Aires, ya que desde allí partían por barco los productos agropecuarios hacia Europa y
hacia el resto del mundo. Pero, ade­más, posibilitó abastecer a las poblaciones de los centros urbanos ubicados sobre la margen del Río de la Plata y del río Paraná.
Como el ferrocarril estaba al ser­vicio de la exportación, el trazado de sus vías se realizó en forma radial, ya que las líneas se dirigen y convergen en un punto central: la ciudad de Buenos Aires. Esta nueva configuración espacial con centro en Buenos Aires favoreció el desa­rrollo de la región pampeana y acentuó los desequilibrios regiona­les de carácter económico y social. El ferrocarril ocupó un papel rele­vante en la integración del Estado nacional. Posibilitó que la agricultu­ra fuese rentable; los bienes prima­rios, exportables; y permitió el surgimiento de nuevos pueblos que funcionaban como centros de expansión social y productiva, como las colonias agrícola-ganaderas en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y en la Patagonia, que se constituyeron como polos de desarrollo regional.
Desde 1865, Buenos Aires y Rosario se destacaron como lugares de desti­no de las vías férreas. Posteriormente, se incorporó la ciudad de Bahía Blanca.
A principios de siglo XX, las empresas extranjeras, principalmente de ori­gen inglés y francés, tenían la concesión de los ferrocarriles que surcaban la región pampeana. Por ser el área de mayor movimiento de personas y de materias primas, estas empresas se volvieron altamente rentables. En las zonas más alejadas, como el noroeste, la región chaqueña y la Patagonia, el Estado se hizo cargo de la expansión del ferrocarril, denominado cíe fomento, que llegaba hasta aquellas zonas en las que los capitales privados no se habían interesado.
La invención del ferrocarril facilitó el movimiento de personas y bienes. La red ferroviaria argentina creció en forma radial desde el puerto de Buenos Aires, En 1836,, el país contaba con 30 km de vías férreas mientras que, en 1914, esa cifra llegaba a los 30.000 km.

LOS PUERTOS Y El COMERCIO EXTERIOR E INTERIOR
Hacia 1876, Buenos Aires no poseía instalaciones adecuadas para recibir a los barcos de gran calado que venían desde diferentes lugares del mundo. Debían anclar lejos de la orilla, y los bienes que transportaban eran llevados a tierra firme en lanchas muy precarias. Además, el Riachuelo era un río angosto y de escasa profundidad, condiciones que impedían la entrada de los barcos.
Para poder resolver este problema, se iniciaron una serie de obras que con­cluyeron con la construcción de muelles y con el ensanche, profundización y canalización del Riachuelo, y que favorecieron el comercio interior y exterior.
Diez años después, se realizaron las obras de Puerto Madero y, a princi­pios del siglo XX, las de Dock Sud. En 1886, también se inauguró el puerto de La Plata y se desarrolló una naciente actividad en el puerto de Bahía Blanca. En 1902, se inauguró el puerto de Rosario.
El mejoramiento del sistema portuario, junto con la expansión del ferroca­rril, permitió mayor fluidez al comercio exterior e interior. Pero lo más rele­vante de la creación de nuevos puertos fue el surgimiento de un área de movimiento fluvial intenso en el eje Paraná-Río de la Plata y la costa atlánti­ca que favoreció el crecimiento de centros urbanos ubicados en las márgenes de los ríos y en el litoral.
la mayor parte de los puertos ubicados sobre los ríos Paraná y Río de la Plata, y sobre la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires se inauguraron durante este período.

EL PAÍS CRECE Y LLEGAN LOS INMIGRANTES
A mediados del siglo XIX, Europa tenía altos índices de desocupación, y las precarias condiciones de vida y las guerras determinaron el éxodo de gran cantidad de población en búsqueda de nuevos horizontes.
La Argentina, a partir de la introducción de la agricultura como actividad productiva, requería de mucha mano de obra para las tareas de preparación de la tierra, siembra, cuidado y cosecha de los cultivos. Escasos pobladores habitaban las áreas rurales, por lo que fue necesario el ingreso de población extranjera. El mayor flujo migratorio desde Europa hacia la Argentina se pro­dujo en este período, especialmente entre los años 1880 y 1914.
Según el censo de 1914, el 49% de la población de la Ciudad de Buenos Aires era extranjera. Estos inmigrantes provenían mayoritariamente de España e Italia y, en menor cantidad, de Francia, Alemania, Rusia y Gran Bretaña, entre otros países. Muchos llegaban acompañados, otros lo hacían solos y, cuando conseguían trabajo y vivienda, venía el resto de su familia.
Cuando llegaban al país, se alojaban en hoteles o en casas de familia. A prin­cipios del siglo XX, se quedaban unos días en el Hotel de Inmigrantes, en el puerto de Buenos Aires. Luego, viajaban hacia sus destinos en las áreas rurales. Allí realizaban tareas de campo, o se establecían en Buenos Aires o en otros cen­tros urbanos en los que, generalmente, se dedicaban a actividades relacionadas con la construcción, los frigoríficos, las fábricas y los talleres artesanales o con los medios de transporte, como el ferrocarril, carros y tranvías.
La mayoría de los inmigrantes se estableció en el área más vital y dinámica: la pampeana. El primer censo de población, en 1869, indicaba que el 87% de los inmigrantes
se concentraba en las provincias de Buenos  Aires, Santa Fe y Entre Ríos. En 1895, lo lideraba la provincia de Santa Fe y, ya en 1914, La Pampa, Santa Fe y Buenos Aires.                               
El Estado y la inmigración
El interés del Estado para fomentar la inmigración se puso de manifiesto a través del pago de pasajes y alojamiento, y de créditos para la adquisición de tierras. La Ley 817 de Inmigración y Colonización de 1876 establecía las pautas de inmigración y colonización. El artículo 45 de esta ley determinaba que todo inmigrante debía ser alojado y mantenido durante los cinco días siguientes a su desembarco. El Estado también debía hacerse cargo del traslado al lugar del país que el inmigrante eligiera como residencia.


14 comentarios:

  1. La invención del ferrocarril facilitó el movimiento de personas y bienes. La red ferroviaria argentina creció en forma radial desde el puerto de Buenos Aires, [En 1836 ] el país contaba con 30 km de vías férreas mientras que, en 1914, esa cifra llegaba a los 30.000 km.
    CORRECCIÓN: EN 1836 NO HABÍA VÍAS FÉRREAS EN NUESTRO PAÍS, LA INAUGURACIÓN DEL PRIMER VIAJE EN FERROCARRIL EN ARGENTINA FUE EN 1857 (ESTACIÓN DEL PARQUE-ACTUALMENTE PLAZA LAVALLE- A ESTACIÓN FLORESTA DEL BARRIO PORTEÑO)

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  2. Por que fue necesario el tendido de la red de ferrocarriles y el estimulo de la inmigracion extanjera para consolidar el modelo agroexportador?

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  3. Por que fue necesario el tendido de la red de ferrocarriles y el estimulo de la inmigracion extanjera para consolidar el modelo agroexportador?

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  4. ¿que modelo productivo suplanto al MAE

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  5. hola cual seria en sintesis la organizacion del territorio nacional agro exportador

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  6. Este resumen me fué de gran ayuda, Gracias.

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  7. Vení a mí casa y te violó y me la tragas toda

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  8. me resumen lo de inmigración extranjera?

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